Esta historia que os voy a contar, es la historia de un verano, de mi verano, el verano más feliz de mi vida por una única razón, por él.
Fue en agosto lo recuerdo claramente, hacia un calor terrible, podía ver como del asfalto salía ese vapor característico cuando había altas temperaturas y eso me daba una sensación de mas calor aunque estaba dentro del coche y con el aire acondicionado y la verdad ,el que mi madre cantara canciones infantiles con mi hermana no ayudaba mucho.
-Papá ¿falta mucho? –pregunte cansada, mientras apoyaba la barbilla en el respaldo del conductor, lo único que quería era salir de aquel coche lo antes posible.
-No, solo quedan diez kilómetros- me respondió sin apartar la mirada de la carretera
-Eso es mucho… -dije cerrando los ojos y echándome hacia tras
-No es tanto, mira ya se ve el mar – dijo señalando con el dedo
-¿Dónde? –gritó mi hermana
-A la derecha Clara – respondió mi madre
-¡Alaaa! ¡Que grande! – grito mientras se empotraba al cristal del coche
-Sí, precioso - dije mientras miraba al lado contrario
-No empieces…- dijo mi madre
-¿Qué no empiece qué? –dije sin moverme ni un centímetro
-El que no te hayamos dejado ir con Lucía a su pueblo note da derecho a enfadarte, son nuestras vacaciones familiares y tenías que venir.
-Pero ya tengo casi dieciocho años, puedo ir donde me plazca.- le respondí mirándola con furia a los ojos.
-Ya hablamos de esto, y te vas a quedar aquí con nosotros, no hay más de que hablar –dijo mi madre dando por zanjado el tema.
Intente sostenerle la mirada pero no pude, así que enfadada, me giré bruscamente para poder mirar por la ventana, y no hable en el resto del camino.
Cuando por fin llegamos, bajamos del coche, mis padres empezaron a descargar el equipaje pero yo me quedé embobada viendo el enorme edificio que tenia frente a mi, estaba ambientado en un estilo árabe, a pesar de su aspecto gigantesco se me antojaba acogedor .Los balcones se extendían por todas las plantas, a distintas altura y con distintas formas y tamaños.
Oí a mi padre llamarme para que les ayudara así que salí de mis pensamientos rápidamente y salí corriendo para ir a ayudarles, pero nada más salir corriendo me di de bruces con alguien, haciendo que los dos nos cayéramos estrepitosamente al suelo.
Cuando me di cuenta ya estaba en el suelo, intente mirar hacia delante para empezar a insultar a quien me había hecho caer de bruces contra el suelo, no pude decir nada, todo a mi alrededor me daba vueltas, intentaba tranquilizarme para ver si se me pasaba el mareo y creo que me dio resultado.
-¡Qué bruta!- le oí decir a mi “atacante” mientras se rascaba la cabeza dolorido, estaba a punto de decirle un par de cosas bien dichas, pero no se porque, no pude.
-Lo siento- respondí de repente y para mi sorpresa empecé a recoger las hojas que se le habían caído, mientras las recogía me di cuenta de que o eran unas simples hojas, si no que eran unas partituras, con demasiadas notas y acordes que superaban mis conocimientos de música.
-No pasa nada – respondió mientras también recogía algunas hojas desperdigadas por el suelo
Nuestras manos se movían rápidamente recogiendo las partituras, yo lo hacia entre otras cosas para que esta bochornosa escena acabara y él lo hacia seguramente para poder alejarse lo más rápido posible de mi. Solo quedaba un hoja, una hoja para poder irme y poder acabar con esto, extendí el brazo para poder cogerla pero entonces pasó, él también extendió su brazo y nuestras manos se tocaron, sentí una pequeña descarga eléctrica, no se si me lo estaba inventando, puede que solo fueran imaginaciones mías, pero lo que si se es que en ese momento lo sentí con mucha fuerza, demasiado real para que pudiera ser mentira. Fue como si dos engranaje de distintas fabricas hubieran sido hechos con un mismo fin, como si hubieran sido hechos para encajar el uno con el otro como un puzzle perfectote dos piezas irremplazables, entonces subí la mirada lentamente hasta poder encontrarme con sus ojos, y en ellos pude ver que el había sentido lo mismo.
Sus ojos eran dos cristales de agua donde había un gran mar azul…un mar en el que era fácil perderse, en el que era fácil no querer salir y querer perderte en su profundidad.
-Ya… ya lo cojo yo, tranquila – me respondió aquel desconocido
-Perdona…- dije apartando la mirada, consciente de que me había puesto colorada
En cuanto recogió la ultima hoja se levantó, yo estaba dispuesta ha hacer lo mismo pero en ese momento levanté la mirada y le vi frente a mi, con su mano extendida, ofreciéndome ayuda.
-Gracias…- dije bajando la mirada y extendiendo mi mano, entonces noté como delicadamente iba ascendiendo hasta quedarme de pie, junto a él – siento…bueno, ya sabes.
-Tranquila a sido culpa mía soy muy patoso –dijo revolviéndose el pelo con la mano que tenia libre mientras sonreía, a los rayos del sol su cabello reflejaba pequeños destellos de luz casi hipnóticos
-¡Laura! ¡Deja de hacer el tonto y ven a ayudar!- grito mi padre desde el coche, mientras yo me tapaba la cara con la mano intentando esconder mi vergüenza.
-¡Ya voy!
-¡Hermanita! ¡Deja ya de ligar que…!-inmediatamente me gire para hacerla callar, pero mi madre se me adelanto y le tapo la boca mientras me saludaba y le di las gracias por ello.
-Creo que te llaman – dijo el chico sonriente
-Ya…tengo una familia muy escandalosa- le respondí con una risa nerviosa.
-Ya se ve, ya –respondió intentando contener la risa
-Esto… creo que debería irme, a ayudar- dije señalando en dirección al coche
-Claro, no te haré perder más tiempo- dijo mientras se ajustaba al hombro una funda de guitarra de la que siquiera me había percatado
-Siento todo lo que ha pasado…
-Pablo – respondió
-Pablo…-susurre- bueno me voy, esto…adiós
-Adiós –me dijo mientras yo me giraba y me dirigía hacia el coche, no lo podía ver pero sabia que me estaba mirando sentía su mirada en mi nuca y eso me ponía nerviosa.
Cuando llegué al coche Clara me estaba esperando con cara de indignación y con muchas preguntas.
-¿Quién era ese? – me pregunto mi hermana interesada de repente
-¿Qué quien era? – dije girándome para ver si seguía allí, pero no estaba, solo había un ajetreó de gente yendo de acá para allá cargados de maletas, todas esas personas eran desconocidas, como lo había sido él hasta hace un momento- ese era Pablo